Este fin de semana ha sido genial.
El viernes fiesta nacional en mi ciudad yo pedí trabajar, porque pagan un plus.
Quede en ir con uno de mis queridos amigos reales a cenar después de trabajar, a un chino, más que nada porque es lo que me permite mi economía.
Luego iríamos a su casa y veríamos una peli con las consabidas palomitas, todo bien, muchas veces lo hemos hecho y me sienta de maravilla.
Hablabamos animadamente de mi trabajo y sus anécdotas, cuando me di cuenta que no íbamos en la dirección acordada.
Últimamente a mis amigos les ha dado por raptarme, ya son dos veces en un año, y todavía no se ha acabado el año, a este paso me veo en mi soñada Irlanda.
Salimos de la ciudad y nos dirigimos a la frontera, acabe cenando en un pequeño restaurant de montaña, durmiendo en Andorra y al día siguiente sesión de spa en Caldea.
Qué gozada, mi cuerpo fue burbujeado, regado, enfriado, calentado, secado, vaporizado...quede baldada, pero como nueva.
Cuando estábamos de camino de vuelta, recibo una llamada al móvil, era Gustavo, nuestro querido Gustavo, si amigos, Gustavo en persona, me llamaba para decir que estaría en Barcelona esa noche y si quedábamos al día siguiente.
Estaba encantada iba a conocer a un amigo virtual.
No podía estar pasando, yo nunca salgo de casa, casi nunca y de repente este fin de semana estaba siendo mágico.
Ya veis como estaba yo después de la agradable e impagable sorpresa de mi amigo real, iba a conocer a un amigo virtual…pues estaba,… como unas castañuelas.
Decir que he tenido el honor de conocer a cuatro amigos virtuales que ya son reales, pero ahora iba a conocer a uno más, a Gus.
Jo, estaba que me salía.
Fui a buscarlo al hotel a la mañana siguiente, y solo salir él por la puerta giratoria, me di cuenta que Gustavo, es el Gustavo autentico del blog, hablamos, reímos, nos explicamos mil y una recorriendo mi venerada ciudad, le enseñe mis pequeños sitios, fuimos a mi querida Plaça Sant Felip Neri, comimos en la Barceloneta, paseamos por la playa y subimos a mi adoradísimo barrio de Gracia.
No dejamos de hablar, parecía que hacía años que nos conocíamos.
Comimos sentados en el suelo de la Plaça de la Revoluciò unas crepes de chocolate que me sentaron a gloria, pues estaba compartiendo mis cosas, mis pequeños caprichos con alguien que de repente no era virtual, si no real, alguien con el que se puede hablar de todo, divertido, y sobre todo una gran persona.
Si alguna vez me volvéis a oír quejar, hacer el favor de tirarme de las orejas.
Mi vida no es fácil, ha sido peor, pero estos momentos, hace que me plantee que vale la pena seguir viva.